Cubierto de oro
De pies a cabeza,
Pero lleno de tanto dolor,
Tan grande es su pena.
Una lágrima tras otras
Sin poder hacer más,
Hasta que la elegida entre todas
Las golondrinas
Llegó sin avisar, así no más.
Ella lo ayudo a dar
Solo aquello que poseía,
El rubí de su espada fue a entregar,
Por unas naranjas al que sed tenía.
Golondrina, golondrinita,
¿Te quedarás una noche más conmigo?
Y más de una vez, la golondrinita
Dijo “sí”, ella fue su único testigo.
Por una obra de un escritor
Entregó un zafiro,
Y a una niña por amor
Le entregó el otro zafiro.
La golondrina fue su mensajera
Y tira a tira quitó todo el oro de su exterior,
Ya no veía, pero seguía la pena,
Y tira a tira, solo plomo quedó.
La Golondrinita no pudo más
Ante el duro invierno
Y se entregó al sueño eterno.
“Adiós mi amado príncipe” dijo al final
Y con un beso tierno
En los labios, su vida entregó.
Dentro de él un extraño crujido se escuchó.
Y solo un ángel del Señor
Supo valorar
Una golondrina muerta
Y un corazón de plomo partido en dos.
Nota: Poema inspirado en el cuento de Oscar Wilde "El Príncipe Feliz", y dedicado a todos aquellos que sufren en silencio las penas de otros y que por ellos hasta entregan sus vidas.
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